miércoles, 30 de junio de 2010

Próxima Aventura: Europa




Pos esto es lo planeado hasta ahora:

06 de julio, Vuelo Bogotá - Madrid
07 y 08 de julio, Madrid (2 días)
09 de julio, Vuelo Madrid - Barcelona
09 al 13 de julio, Barcelona y Andorra (5 días)
14 de julio, Vuelo Barcelona - París
14 al 18 de julio, París (5 días)
19 de julio, París-Colonia (por tierra)
19 al 23 de julio, Colonia y alrededores (5 días)
24 de julio, Colonia-Hamburgo (por tierra)
24 de julio a 02 de agosto en Hamburgo (10 días)
03 de agosto en la mañana y por tierra, de Hamburgo a Berlín
03 y 04 de agosto en Berlín (2 días)
04 de agosto, Vuelo Berlín - Praga,
04, 05, 06 y 07 de agosto en Praga (3 días)
07 de agosto, Vuelo Praga - Berlín,
08 de agosto, Vuelo Berlín - Madrid, saliendo a las 14:20 y llegando a las 20:00
08 de agosto, noche en Madrid
09 de agosto, Madrid - Bogotá,

Jejeje.... la cosa es interesante


Hasta pronto




http://iris.cnice.mec.es/kairos/mediateca/cartoteca/img/mapas/union_europea.gif

domingo, 20 de junio de 2010

El Cruce


La tarde sonaba a serenata; los insectos y aves cruzaban sus voces y danzas sin descansar. Aún faltaba un par de horas para el anochecer. El intenso color naranja que el sol daba a los juncos y a las hojas de la Victoria Amazónica, daban un sabor a trópico al Pantanal; como si las plantas gozaran de especias y salsas como en la cocina de las tierras del carnaval.

Le vi correr; más bien brincar. Sus extremidades eran demasiado cortas y delgadas para su enorme cuerpo; ni siquiera podía nadar. Al otro lado del humedal estaban los demás, cantando y comiendo, despidiendo el sol y recibiendo la luna; esperando las estrellas y las luces de los insectos que luego serían su manjar.

Se echó al agua. Las elodeas se enredaban en su cuerpo y poco a poco se hundía en el frío del fondo del humedal. Pensó que ya no podría salir a la superficie; que se perdería del festín y de la caída de la tarde en su comunidad. El aire se agotaba en sus pulmones, las extremidades se entumecían, el cansancio era profundo y la distancia hasta la orilla era infinita.

Y una imagen de ella insistía en que siguiera, en que nadara a pesar del cansancio; sí, era ella. Y música de hojas golpeadas por gotas de lluvia sonó en su interior; fue como si la luz de la luna llena le mostrara el camino; era el recuerdo de su sonrisa que le incitó a continuar viviendo.

Al fin se agarró de una elodea que se enredaba en la superficie con una de las enormes hojas de la Victoria Amazónica. Quién pensaría que la soga que ataba su cuerpo a la muerte ahora le llevaba a la superficie; a su vuelta a la vida. Ahora su cuerpo descansaba en la superficie de la enorme hoja.

La tarde era rojiza y todo el Pantanal Matogrossense lucía sabor a pimienta y sonaba a tambor; la fiesta nocturna se acercaba. La ansiedad aumentaba. Las cientos de hojas sobre los cuales debía saltar a través de interminables metros de distancia y los ojos, nariz y lomo asomados de un yacaré le oscurecían la posibilidad de estar junto a ella una vez más.

Cantó con dolor, brincó de una hoja a otra agotando su fuerza y perdió la hidratación de su piel con las decenas de lágrimas que se precipitaron. La tarde era marrón y el frío aumentaba. Si caía al agua se volvería a hundir; si brincaba más, su cuerpo desfallecería; pero si no avanzaba, perdería la oportunidad de volverla a ver. Decidió brincar…

Su pierna era corta y no alcanzó el borde de la hoja. Su cuerpo se sumergió y a lo lejos divisó al feroz yacaré tomar camino como buscando la presa que acababa de caer en su territorio. Las elodeas se enrollaron en su cuello y el frío paralizaba sus intentos de salir. Las enormes fauces, con colmillos filosos y saliva espesa, fueron el último paisaje que divisó.

Pasaron varios minutos.

Era increíble; ¿estaba muerta?, ¿su cuerpo estaba destrozado?, ¿no la volvería a ver?... No; simplemente no. Estaba sobre el pasto de la otra orilla de su trayecto. Escuchaba más cerca el croar de sus hermanas y amigos, y a su costado estaba el yacaré sonriendo de manera serena, mostrando con recato su buena acción. Sus ojos se cerraron.

miércoles, 2 de junio de 2010

Después de la llamada

La conversación ha sido corta, pues el cansancio está presente; no por eso he perdido la necesidad de escucharte, no por eso dejo de imaginar tu rostro, no por eso han disminuido mis ganas de besarte interminablemente.

El teléfono está colgado y quedo con tu presencia, intentando calmar el frío en mi torso. Froto mi pecho, esperando evocar tu abrazo y recordando tu aliento. Anoche hablé con alguien de ti y hoy vuelvo a escribir para ti; las canciones aún me hablan y mi boca aún necesita de tu sabor.

Sigo aquí, reviviendo tus caricias y tu sonrisa; deseando la tranquilidad de abrazarte, la tranquilidad de pasar la tarde y de tomar un café. Quiero escucharte tu voz y que me narres historias al oído.