lunes, 16 de noviembre de 2009

Desde Lima, desde Bogotá, desde aquí

Mi cama ha quedado con tu aroma, mis brazos con la sensación de tu abrazo y mi boca ansiosa de más besos improvisados en la mitad de la noche.

Pasar unos minutos contigo me hace acostumbrarme a tu presencia. El tiempo es delicioso cuando tengo tu sonrisa, cuando tengo tus gestos, cuando tengo tus manías, cuando tengo tu mirada esquiva; cuando tomas mi mano.

Y la música me habla todo el tiempo de ti. Cada hora viene con las imágenes y las sensaciones; quiero revivirlas; quiero que estés conmigo de nuevo.

Lima, Cusco y un fin de semana más me han hecho soñar de nuevo con un largo camino. Quiero que camines a mi lado.


El Mar en Lima, el Mar que tanto te gusta

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Pisco Sour I


Un sabor a océano, con la aridez del desierto, lo jugoso de la verde selva, el picante ají matutino, la memoria de hojas de coca secas, los pasos de pre-incas e incas, el absoluto de una cerveza negra, la textura de ciudades de piedra, la grandeza de la sierra y la presencia incondicional de una Rosa Peruana, conformaron el cóctel andino que colmó mi paladar, durante los ocho días que viví en el cercano sur del continente.

El día era cálido y el cielo de Lima sonriente con un clima que me incitó a querer beber algo; tal vez sospeché las maravillas de una cerveza local. Y no solo bastó con la luminosidad y el anhelo de sabor a lúpulo; el día que hasta ahora empezaba, se completó al ver a quien conocía sin haber visto en presencia: Rosa; mi cibernética amiga peruana.

Los abrazos dieron paso a las primeras fotografías y a mi primer cigarrillo mentolado en el Perú. Las sonrisas, las miradas detalladas y las preguntas sobre el viaje; todas al mismo tiempo. No demoramos en intercambiar experiencias sobre platos típicos, costumbres y dichos locales; las risas hicieron aún más ameno el trayecto. Definitivamente era como si nos conociéramos de muchos años atrás: la autora de innumerables letras que me cautivaron, estaba a mi lado como mi gran amiga.

Sin embargo debo confesar que me moría por besar a mi querido amor que se sentó a mi lado derecho en el automóvil y que no besaba hacía varios días

Las maletas quedaron en el hotel de poco lujo y lo primero que hicimos fue buscar dónde cambiar divisas y dónde probablemente conseguir cerveza. Todo y un poco más, estaba en el mismo lugar durante ese domingo al medio día. Barranco muy bohemio, nos incitó a caminar entre construcciones coloniales, caminar sobre el Puente de los Suspiros engalanado por Chabuca Granda, y buscar ansiosamente al Océano Pacífico.


No tardamos en sentir el olor del gran Océano, y mucho menos en estar saboreando un ceviche acompañado de chicha morada, de la grandiosa Cusqueña Negra® y del muy criollo y delicioso Pisco Sour, al lado de Rosita: esto era Perú.
Ni las grandes delicias, ni el panorama diverso y exquisito, ni las experiencias contadas bastaron. El día avanzó con la aventura de construir memorias plasmadas en los bloques de adobe, los tejidos con años incontables y demás hallazgos de la cultura Lima: estábamos frente a la grandiosa Huaca Pucllana, en el corazón de la municipalidad de Miraflores.


La emoción del sabor precolombino se mezcló con la cerveza negra, los cigarrillos Hamilton Mentolado® y nuestras risas en el parque; todo como un auténtico cóctel peruano.