Aún respiro los campos de elote,
Mi boca trae el sabor a fermento,
En mi piel se repite el rayo del sol
Y los mitos mayas todavía retumban en mí.
Pisar Costa Rica de nuevo me trajo viejos recuerdos y reavivó más las imágenes de un sueño no recuperado del todo; la cerveza mexicana me confundió y el cambio de horario me apresuró. En pocas horas estaría en mi destino final del día.
El descenso a Ciudad de Guatemala no fue grato por las turbulencias, pero sí por su significado. El clima era templado, mucha gente de piel indígena esperaba a la salida de La Aurora y yo no sabía qué haría: ¿esperaría un taxi no confirmado o tomaría mi propio rumbo?; un par de vueltas entre la multitud y una decisión a medias, me permitieron hallar al esperado que me condujo a mi hotel. Me sentí en casa, pues las calles se parecían a la Candelaria en Bogotá; quizás también a Ciudad de La Habana.
Al siguiente día, con muy pocos quetzales y con la intriga del precio del dólar, resolví salir con todas mis maletas a buscar la estación de autobuses; por suerte el sistema de nomenclatura es muy sencillo. Atravesé calles y anduve por la 7ª avenida. Llegué al lugar y compré el tiquete de ida y regreso e Quetzaltenango o Xela-jú o Xela; la ciudad en que nació y vive Diana.
2 comentarios:
Afortunada Diana de tenerte por unos días a su lado. Sí ese condor hubiera seguido volando sobre la Cordillera de los Andes, quizá hubiera llegado hasta mi tierra.
Quetzaltenango, difícil de pronunciar,una palabra que sabe a tiempos pasados, a nuestros orígenes.
Gracias por compartir toda esa belleza con nosotros.
¿Cuándo volverán tus pasos a recorrer mi casa?
Hay pero con qué inspiración escribes.
Y esta vez soy parte de los protagonistas...qué honor!
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