Un sabor a océano, con la aridez del desierto, lo jugoso de la verde selva, el picante ají matutino, la memoria de hojas de coca secas, los pasos de pre-incas e incas, el absoluto de una cerveza negra, la textura de ciudades de piedra, la grandeza de la sierra y la presencia incondicional de una Rosa Peruana, conformaron el cóctel andino que colmó mi paladar, durante los ocho días que viví en el cercano sur del continente.
El día era cálido y el cielo de Lima sonriente con un clima que me incitó a querer beber algo; tal vez sospeché las maravillas de una cerveza local. Y no solo bastó con la luminosidad y el anhelo de sabor a lúpulo; el día que hasta ahora empezaba, se completó al ver a quien conocía sin haber visto en presencia: Rosa; mi cibernética amiga peruana.
Los abrazos dieron paso a las primeras fotografías y a mi primer cigarrillo mentolado en el Perú. Las sonrisas, las miradas detalladas y las preguntas sobre el viaje; todas al mismo tiempo. No demoramos en intercambiar experiencias sobre platos típicos, costumbres y dichos locales; las risas hicieron aún más ameno el trayecto. Definitivamente era como si nos conociéramos de muchos años atrás: la autora de innumerables letras que me cautivaron, estaba a mi lado como mi gran amiga.
Sin embargo debo confesar que me moría por besar a mi querido amor que se sentó a mi lado derecho en el automóvil y que no besaba hacía varios días
Las maletas quedaron en el hotel de poco lujo y lo primero que hicimos fue buscar dónde cambiar divisas y dónde probablemente conseguir cerveza. Todo y un poco más, estaba en el mismo lugar durante ese domingo al medio día. Barranco muy bohemio, nos incitó a caminar entre construcciones coloniales, caminar sobre el Puente de los Suspiros engalanado por Chabuca Granda, y buscar ansiosamente al Océano Pacífico.
No tardamos en sentir el olor del gran Océano, y mucho menos en estar saboreando un ceviche acompañado de chicha morada, de la grandiosa Cusqueña Negra® y del muy criollo y delicioso Pisco Sour, al lado de Rosita: esto era Perú.
Ni las grandes delicias, ni el panorama diverso y exquisito, ni las experiencias contadas bastaron. El día avanzó con la aventura de construir memorias plasmadas en los bloques de adobe, los tejidos con años incontables y demás hallazgos de la cultura Lima: estábamos frente a la grandiosa Huaca Pucllana, en el corazón de la municipalidad de Miraflores.
La emoción del sabor precolombino se mezcló con la cerveza negra, los cigarrillos Hamilton Mentolado® y nuestras risas en el parque; todo como un auténtico cóctel peruano.
2 comentarios:
Ya publicaste,y que bien lo has hecho. Y de veras que yo sentí lo mismo, que nos conocíamos de mucho tiempo atrás.
Cerveza cusqueña, cigarrillos mentolados, poquitín de ceviche y mucho que ver y hablar. Y el tiempo que se me hacía tan corto.
Tú te cohibías de besar a tu amor, y yo mi César lindo esperando un beso entre ustedes.
Se han llevado un trozo de mi corazón, me alegra que este allá en Colombia, junto a una familia alegre y maravillosa... y a un gatito silencioso y amable que cuando sonríe es el sol de la mañana.
César...
Pero qué envidia me da Rosa de Fuego! (de la buena por supuesto, de la buena envidia). Sólo de recordar nuestras aventuras pienso en lo afortunada que debió ser Rosa al tenerte como invitado hace poco tiempo. No imagino cómo hubiera sido que el misterioso Gato nos acompañara a ambos en tu visita a Guatemala, seguramente hubieras sido la estrella entre los 3, jaja. De cualquier forma, espero que la hayas pasado de maravilla (aunque de sobra está mi comentario). Un abrazote!!!
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